domingo, 4 de julio de 2010

Me encantas

Como siempre las palabras se quedan cortas, no creo que nadie en el mundo pudiera describir ese sentimiento que me llena el pecho y hace que me sienta que vaya a estallar de tanto sentir, no creo que nadie pueda expresar como me duele el no tenerte cerca, aunque sepa que dentro de nada volveremos a vernos, no es que me duela la distancia que nos separa, es que me duele el simple hecho de no estar contigo aunque nos vayamos a ver dentro de dos horas. El no poder estar todo el rato besándote, tocándote, acariciándote, queriéndote me consume. Y todo el tiempo que paso a tu lado se me hace corto, siempre quiero más y más. No creo que nadie pudiera escribir acerca de ello, pero es seguro que todo el mundo sabe a lo que me refiero. Me gusta hacerte el amor, me gusta hacerte sentir, darte placer, hacerte reír, me gusta tantísimo hablar contigo, escucharte, ponerte nervioso mientras hablas, hacer que peirdas el hilo, mirarte a tus ojos tan preciosos. Me encantan tus besos, tus caricias, cogerte de la mano, acariciarte el pelo...dios, me encanta todo lo que tiene que ver contigo. Me encantas tú, solo tú y quiero demostrártelo durante mucho, muchísimo tiempo, porque cada segundo que paso contigo para mí es un tesoro. Y esto es solo una pequeña parte de lo que llevo adentro, pero hay cosas que es mejor no escribir, sino hacer...

Así que alegráte, lo has conseguido, los días sin tí serán precipicios,
no hay manera humana de escapar...

Te quiero, te quiero y te vuelvo a querer

"El origen del cascabel" por Sergio

Chose á Belle

Nadie conoce a ciencia cierta quién fue el inventor de tan adorable objeto. Aunque ahora se haya convertido en un algo muy cotidiano lo cierto es que no se han elaborado teorías de ningún tipo y se corre el riesgo, de que alguien vea en él un objeto sin el más mínimo interés o bien sobrepasen la más increíble de las fantasías elevando el origen sobre su creación, a épocas ancestrales y casi míticas.

La historia es mucho más simple y bella de lo que alguno podrá pensar. En mi época de investigador, una tarde de aburrida recopilación histórica, rodeado de viejos tomos decimonónicos, encontré unos legajos en los que se narraba la historia acerca del origen del susodicho objeto. He de admitir, que los legajos que descubrí se encontraban en muy mal estado, ya que tenían sin duda más de doscientos años. Me llevó más de dos meses de duro trabajo realizar una buena transcripción. He aquí, lectora y lector, el fruto de mi trabajo, espero que lo disfruten;

“Hace ya algunos años, vino a vivir al pueblo un joven médico cargado de ilusión. Acababa de finalizar sus estudios, y lo habían destinado a este condenado pueblo, perdido en el fondo del último de los valles de Francia. El chico, era de espíritu alegre, muy optimista y amable. Siempre sabía qué decir a sus pacientes para animarlos, yo diría incluso, que su mejor medicina era su sonrisa y su cariño hacia sus enfermos. En menos de un año consiguió ganarse el corazón de todos los habitantes pero la que quedó más prendada de él fue sin duda ella, Elisa.

Ella era una joven preciosa, de cabello oscuro y corto, de piel morena y ojos grandes, como los de un gato. Era tan morena que algunos aseguraban tener sangre fenicia en sus venas. Sea cómo fuere, era sin duda una de las chicas más hermosas y adorables del valle. Sin embargo, Dios no quiso crear a un ser tan maravilloso y perfecto, y la castigo con furiosa cólera, al permitir que tan adorable criatura naciese con una pequeña discapacidad, y es que Elisa, no era capaz de pronunciar tan sólo una palabra, era muda.

La joven, pasó a servir a casa del médico, al ser recomendada por alguno de sus pacientes que se había dado cuenta que el joven, era un completo desastre en la limpieza y mantenimiento del hogar.

Al principio, ella realizaba esas pequeñas labores domésticas durante un par de horas al día, pero poco a poco se fueron enamorando hasta que pocas semanas después, no hubo nadie capaz de separarlos. Estaban tan enamorados que comenzaron a vivir los dos juntos para poder compartir cada segundo de sus vidas, y pudieran sentir el calor del uno en el otro cada mañana al despertar.

Al poco tiempo de vivir juntos, él le pidió matrimonio, petición que fue respondida con tímidas lágrimas. Elisa cayó en una terrible depresión, lo que hundió el espíritu alegre del médico y también el de mucha gente que los quería. Ella no quería decirle lo que le ocurría, pero un día pensó que no tenía sentido seguir así, y decidió aclararle el sentido de su tristeza.

Con terrible pena, Elisa le escribió:

“Cariño, te amo más que a nada en este mundo, pero hay algo que me da un miedo terrible, hay algo que jamás podre darte, y es el dulce tono de mi voz susurrándote que te quiero, que te amo, que por tí daría la vida sin pensarlo. Te quiero tanto que no te mereces tal castigo, y es por eso, por lo que no quiero que te cases conmigo.”

Elisa le dejó esta nota en la mesa de su despacho y se fue a dormir a casa de sus padres. El médico, al llegar por la noche a casa, observó la nota, y sonriendo salió corriendo hacia casa del Joyero. Despertándolo en medio de la noche con fuertes golpes en la vieja puerta de madera, le hizo un encargo que debía terminar aquella misma noche, le hizo introducir una pequeña bola metálica, dentro de una bola de plata, algo más grande y hueca, atándola a una cinta de de terciopelo negro. Dicha creación fue bautizada como “Chose à Belle”, que era cómo a él le gustaba llamar a su querida Elisa. Con el objeto en la mano, y a pocas horas de despuntar el alba, el médico fue corriendo por el pueblo gritando y despertando a todo el mundo. La gente pensó que se había vuelto loco, y tenían razón, estaba loco de amor. Se dirigió a casa de los padres de Elisa sin darse cuenta que medio pueblo lo seguía en su locura. Llamó a la puerta y ella, que lo vio por la ventana, bajo rápidamente. Al abrirla, el se arrodilló ante Elisa y le dijo:

“Amor mio, deja de sufrir, atate esto al cuello, y deja que la plata cuelgue en tu hermosa garganta, a partir de ahora este será el sonido de tu voz susurrándome que me amas, quiero escucharlo todos los días que me quedan de vida. Elisa, ¿quieres ahora, casarte conmigo?”

Elisa asintió con la cabeza y el cascabel sonó con dulzura y alegría. Todo el mundo rompió a aplaudir y los enamorados se abrazaron entre lágrimas. Ya nadie los separó jamás.”
Anónimo

La palabra “Chose à Belle” pasó a lo largo de doscientos años, y con su correspondiente transcripción en Castellano a deformarse hasta convertirse en la de Cascabel. Hoy en día nadie conoce la historia de su origen, y lo que es peor, a muchos les daría igual. Yo pienso que es algo interesante y os lo transmito para volver a dar, a este pequeño y simple objeto, el valor que tiene y que le corresponde.