Esta es una historia que los grandes sabios del antiguo oriente se sentaban a contar a sus jóvenes discípulos las noches frías de inviernos junto a la luz de una buena lumbre.
Es una historia de tiempos tan antiguos que ni si quiera había aparecido por aquel entonces ni el primer hombre ni la primera mujer, pasarían muchas lunas hasta que tal acontecimiento ocurriera. Por aquel entonces, eran los dioses los que habitaban la Tierra haciendo de las suyas.
Eran mas humanos de lo que les gustaría, y no siempre vivían en paz y armonía, de hecho siempre había envidias, disputas, desengaños, infidelidades…Pero todo ello en un ambiente idílico, en el que el sol brillaba todos los días, las flores decoraban los paisajes, los bosques eran frondosos y el agua clara.
Entre tanto dios enfadado y tanta diosa pasional había una pequeña diosa alejada de todo, Amateratsu, la diosa del amanecer. Era la encargada de que el sol saliera todos los días para iluminar la Tierra. Después de realizar su trabajo, disfrutaba de unas pocas horas de libertada antes de confinarse a su encierro en la esfera dorada hasta un nuevo día. Esas horas las aprovechaba vagando por bosques y ríos, por cumbres nevadas y campos verdes, disfrutando de la compañía de los pájaros y del susurro del viento.
Si, el viento le acompañaba siempre en sus paseos. Al principio lo acepto como algo natural, pero pronto descubrió que le hablaba y ella podía responderle. Y en sus pocos momentos, mantenía conversaciones con su amigo el viento, le descubría algo nuevo. Pero no siempre le acompañaba en sus paseos. Era un espíritu caprichoso y libre, y nunca se podía predecir donde se encontraba o si le vería a la mañana siguiente. Pero aun así, siempre lograba hacer que acabara pensando en el. Y cuando se retiraba a su prisión de fuego, meditaba sobre su extraña relación, sobre su compañero invisible, sobre sus sentimientos hacia el…Y notaba una extraña sensación, una sonrisa involuntaria, posterior enrojecimiento y vuelta a pensar sobre lo que le podía estar sucediendo.
Y es que esta pobre chiquilla nada había oído sobre el amor, el cariño, la pasión o tan siquiera la amistad. No comprendía las redencillas de los dioses, ni sus celos, ni sus pasiones ni odios. Y es que con tan poca vida fuera de su cárcel era normal que su ingenuidad se conservara casi intacta.
Pero, ¡oh diosa fortuna! Que un día el verdadero dios Kaze se presento a conocer en persona a la dulce Amateratsu de la que le hablaba su fiel compañero. Y que sorpresa se llevo cuando apareció como transportado tal caballero. Y es que ella que jamás había visto hombre alguno se quedo embriagada de tal sensación de poderío y de libertad. Y ella que apenas comprendía lo que estaba pasando, de pronto supo con esas certezas que se dan una vez en la vida, que seria suyo. No sabia ni como ni cuando, pero eso que importaba, seria suyo y de nadie mas.
Pero ay pobrecilla, no podía haber elegido hombre mas difícil. No se podía atar, ni dominar, ni manejar, no conocía el amor, ni el odio, no paraba de viajar, de conocer, jamás estaba en un sitio mas de dos días, por eso era el dios del viento. Pero que sabia ella pobre ignorante, solo que de repente su vida había adquirido un nuevo valor, una nueva meta por la que luchar, un nuevo sentido, y eso era suficiente. Y pidió consejo a su hermana mayor, la diosa del anochecer, reina de las horas más caóticas del día.
Y ella le enseño el arte de la seducción, del juego del amor y poco a poco la inocencia de Amateratsu se transformo en una astucia peligrosa e inteligente. Y sin que el pobre Kaze se diera cuenta comenzó a caer en la fina pero fuerte tela de araña que nuestra diosa comenzaba a tejer. Nunca abandono su espíritu curioso, y en sus paseos con Kaze siempre se mostraba igual de ingenua y alegre que siempre, cosa que cautivaba al joven dios, encantado de tener a alguien a quien enseñar sus conocimientos y sus travesuras.
Pero los días en los que el dios no aparecía, ella aprendió a coquetear con otros dioses de la naturaleza, así como de hacerle llegar esas noticias a Kaze a través de su compañero el viento que siempre se encontraba junto a ella. Y el pobre Kaze abandono su vitalidad y su optimismo, pues se había prendado profundamente de la diosa. Aparecieron los celos, y el dejo de viaja de aquí ara allá, centrándose solo en pasar el máximo tiempo con ella. Incluso cuando Amateratsu se retiraba a su encierro diario, Kaze no vivía tranquilo. Quería saber que pensaba, que anhelaba, si le deseaba tanto como el a ella, quería que fuera enteramente suya, y el no conocer las profundidades de su corazón le carcomía por dentro. Un día, decidió que no podía aguantar mas, y en uno de sus paseos tomo a Amateratsu y la hizo suya.
Fue salvaje, casi hasta violento y la pobre niña asustada, temblando que estaba, corrió hasta su guarida dorada. Kaze asqueado consigo mismo intentó alcanzarla, pero llego un momento en el que los rayos le quemaban demasiado y volvió con su compañero

Llego una época en la que Amateratsu no salía de su encierro por lo que el sol no alumbraba la tierra, vientos huracanados destrozaban las plantas ya muertas, dos corazones rotos lloraban en silencio. Los dioses preocupados por la situación decidieron arreglar el asunto. La madre de Amateratsu, la diosa sol, mantuvo una larga charla con su hija pequeña, de la cual solo se puede decir que pese a que la niña seguía destrozada por dentro, volvió a realizar su trabajo, aunque ahora nunca se alejaba de su guarida querida.
Y Kaze calmó su ira y frustración, pero ya sus vientos no mecían suavemente las hojas, no transmitían la paz y la libertad de antes. Triste y cansado vagaba como una sombra por su antes amada Tierra. Como le gustaría volver atrás en el tiempo, evitar lo que después causaría tanto daño. Pero eso, ni para los dioses esta permitido.
Pero dicen que el mismo tiempo es la mejor medicina, además hace mucho que la época de los dioses acabó. Pero hay cosas que por mucho que el tiempo pase no se olvidan, y deberíamos aprender de los errores pasados, pues el juego del amor es muy peligrosos y abocados estamos todos a jugar una partida.
¿Cómo acabó la historia? Los dos enamorados jamás se volvieron a ver, y fue una herida que nunca cicatrizó, pero cuando fueron obligados a salir de la Tierra para dar paso a otras criaturas, los dos volvieron la vista atrás al lugar donde primera vez se conocieron, y con una sonrisa nostálgica abandonaron lo que fue hasta entonces su vida.
Una bonita historia... ^^
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