domingo, 25 de abril de 2010

Que mi alma añora el suave oleaje con el que se calma…

El aire saturado de humedad llena mis pulmones, el olor a salitre que empapa todo el cuerpo y la suave brisa estremece la piel. El contacto de la fina arena en los pies, en las manos deslizándose sobre los dedos poco a poco, pues aquí el tiempo se ha parado y la prisa se ha desvanecido. Me incorporo poco a poco y me acerco a esa inmensidad azul que se extiende a mis pies. Toco las olas juguetonas que me llaman a mecerme con ellas con un sonido que es tranquilizante a la par que embaucador. El frío contacto del agua agudiza mis sentidos y dejo que la sal se me adhiera al cuerpo como una segunda piel. El agua va lamiendo mi cuerpo mientras yo me introduzco más y más, y voy hundiéndome en una paz que no conoce límites. Dejo que las olas se recreen a mi alrededor, llevándome a donde ellas quieran hacerlo. El sol brilla como único testigo de la purificación a la que someto mi alma y mi ser. Sumerjo la cabeza y dejo de ver y de oír. El agua lo inunda todo. Un agua que sabe a libertad y promete felicidad. Cuando la luz se vuelve a abrir ante mi, soy una persona nueva a la que ni el tiempo ni los problemas mundanos importan. No, mientras pueda saborear estos momentos tan sagrados y esta alegría tan pura y tan simple. Empapada de mar, de calor, de felicidad. A mi calma azul quiero regresar.


Necesito escapar….

[Saciar esta locura mojada en ti]

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