Salimos del bar, ha sido una noche muy larga e increíble a tu lado, pero hay algo en tu cara que me dice que esto no ha acabado aquí. Me besas apasionadamente, y noto como el fuego que se iba apagando con el frío de la noche se vuelve a encender. Tú sientes lo mismo y me llevas recorriendo las calles de la ciudad que duerme hasta encontrar un callejón desierto y silencioso. Yo adivino tus intenciones. "Maldito pervertido" te susurro y te ríes picarescamente. Después me vuelves a besar empotrándome suavemente contra la pared. Mientras me besas con ahínco, tus manos no dejan de recorrer los huecos que deja mi ropa, sabía que salir con falda iba a ser una buena idea, y vas aumentando mi deseo. Mis manos tampoco están quietas y recorren con precisión los lugares de tu anatomía que casi ya he memorizado. De las caricias pasamos a arañarnos la espalda, y de los besos a los mordiscos en los hombros, mañana habrá heridas de la guerra de esta noche. Se que estás llegando a tu límite y que pronto perderás la cordura, yo saboreo esos instantes antes de que la lujuria se apodere de nosotros y no nos deje pensar. Me quitas la ropa necesaria y haces lo mismo contigo. "¿Y si alguien nos está mirando?", "Pues que disfrute de la vista" fue tu respuesta en mi oído con una voz ronca por el deseo. Yo me río calladamente y entonces es cuando me levantas del suelo y nos hacemos uno. Es rápido, es salvaje, con cada embestida de tu cuerpo siento que el mío se eleva y que en un momento u otro voy a perder el conocimiento, de tanto placer que recorre mi cuerpo. Tú que te conoces mi cara como si de un mapa se tratara, estás satisfecho con lo que ves y tu respiración acelerada hace que se me escapen unos pequeños gemidos. No lo puedo evitar y tú me acompañas. Así seguro que nos va a oír alguien, no puedo evitar pensarlo antes de que una oleada de placer barre mis pensamientos. Creo que voy a estallar, te abrazo más fuerte. Se me nubla todo, y noto como un gemido gutural se escapa del fondo de tu garganta. El descontrol, ¿el cielo? y la nada. El deseo remite ya que ha conseguido la satisfacción que perseguía. Te beso y como si fuéramos unos fugitivos nos envolvemos en las sombras para recuperar la compostura. Se nota en la cara que no somos inocentes, pero que bien sienta hacer locuras de estas, sobre todo si es contigo.

Nos cogemos de la mano y nos vamos a casa, donde en la intimidad del dormitorio me haces el amor.
[Me apetecía escribir algo así, si son algunas cosas de las que pasan por mi mente echada a perder, en fin es lo que hay]
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